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Tribuna de Análisis

LA ESTRATEGIA DE DOMINACION

LA ESTRATEGIA DE DOMINACION

INTERNACIONAL 

Entrevista a Ana Esther Ceceña

La economista mexicana Ana Esther Ceceña muestra una línea de pensamiento claramente contra hegemónica. En su discurso se advierte que existen opciones, que no hay que ser tan pesimistas, que recién empiezan a verse pero que las alternativas a este sistema injusto surgen en distintos lugares localizados, cristalizan en campañas internacionales y demuestran la posibilidad de defender los patrimonios naturales y culturales de las garras del capital internacional. Es cierto, admite, que el poder es muy fuerte, cuenta con muchos puntos a su favor y no da el brazo a torcer. Pero la lucha recién empieza y ya se han materializado algunos logros, como en el campo ecológico, con usos del agua o territorios.

Ceceña dirige la revista Chiapas (publicación que nació con la finalidad de «contribuir a desentrañar las raíces más profundas del conflicto chiapaneco») y es miembro fundadora del Grupo de Trabajo Economía Internacional del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), un grupo que ha estudiado, entre otros, los costos sociales generados por las políticas hegemónicas de ajuste y reestructuración regresiva del capitalismo en América Latina.

¿De qué manera se relaciona el poder con los recursos naturales?

La relación es múltiple: A través del desarrollo tecnológico, ya que diferentes momentos de ese desarrollo requirieron determinados recursos. En las distintas etapas del capitalismo ha habido un acercamiento del poder hacia regiones con recursos naturales. Por ejemplo, el auge del hule, necesario para la producción de automóviles, que luego fue abandonado y se empezó a requerir distintos metales. Pero siempre el desarrollo tecnológico está vinculado a la apropiación de la naturaleza. El apelativo recursos naturales proviene de elementos naturales convertidos en útiles, en materias primas, incorporados a los procesos de producción y reproducción del sistema. De otra forma estaríamos hablando de naturaleza propiamente dicha.

¿Usted diseñó mapas sobre las estrategias militares de EE.UU. en el mundo. ¿Qué objetivo perseguía con el diseño de esos mapas y qué lecturas surgen de ellos?

Uno de los objetivos de mi investigación, que no solo concernía a recursos naturales, era saber si efectivamente había una posibilidad de disputa hegemónica a nivel planetario. La relación entre el poder y los recursos naturales tiene que ver también con la competencia ínter capitalista. Una de las maneras de tener una mejor posición en la competencia implica la posibilidad de controlar recursos que intervienen en industrias de punta, las que diseñan tecnología del futuro. Entonces, la capacidad material está muy vinculada no solamente al desarrollo tecnológico sino a la disponibilidad de recursos estratégicos. Para poder medir la capacidad de cada uno de los bloques capitalistas importantes –Europa, Asia, Estados Unidos– es indispensable conocer qué relación tienen con esos recursos. En todos los terrenos, Estados Unidos llevaba una delantera difícil de alcanzar y se conformaba una relación de poder piramidal en la que éste ocupaba la cima. Había muchos vínculos económicos que permitían a Estados Unidos tener una relación privilegiada con recursos estratégicos, pero también se daban casos en que esto no ocurría porque había un rechazo de la población a la privatización de elementos como el petróleo o de distintos minerales. Entonces observamos movimientos militares que acompañaban el interés de Estados Unidos sobre esas partes del territorio mundial. Uno ejemplo muy directo es el de Afganistán e Irak.

¿Qué opina de las teorías conspirativas según las cuales las grandes potencias, en particular Estados Unidos, buscan a cualquier precio la hegemonía sobre el resto del mundo?

No existen tales conspiraciones. Pero sí hay un planeamiento estratégico por parte de la cúpula del poder mundial, que está en Estados Unidos, con el fin de marcar rumbos políticos y definir sus despliegues en el marco de esa lógica según la cual ellos tienen la misión histórica ordenar el mundo. Por ejemplo, dentro de los planes que hay para América Latina encontramos el llamado Andes 2020, en el marco del cual analizan qué ocurre con esta región, qué hay en ella, cómo habría que establecer relaciones, cuáles son sus problemas. Hay dos estados en el mundo que planifican a largo plazo: Estados Unidos y China, la cual es vista hoy como la principal amenaza.

El problema de las teorías conspirativas es que no consideran que lo que ocurre en el mundo surge de la relación entre sujetos. Aunque haya una planificación a largo plazo, ésta tiene múltiples escenarios previsibles que incluso pueden fallar en su totalidad. Nadie esperaba, por ejemplo, que se formara el Foro Social Mundial y que fuera un elemento de rechazo, de denuncia, y a veces hasta de bloqueo de ciertas políticas lanzadas por Estados Unidos. No se esperaba que una campaña contra el ALCA (Tratado de Libre Comercio de las Américas impulsado por Estados Unidos) pudiera tener fuerza suficiente para detener las negociaciones, como lo ha hecho.

¿Los tratados comerciales deben contemplarse como estrategias de dominación?

Se privilegian los tratados comerciales, económicos o diplomáticos antes que las políticas militares. A nadie le conviene desplegar tropas porque implica un riesgo mucho mayor que el de los tratados económicos. Lo que hacen es desatar mecanismos múltiples a través de los cuales intentan llevar adelante estrategias de expropiación de los recursos. En el caso de América Latina, por ejemplo, más importante que el despliegue militar fueron los tratados comerciales como el de Centro América o el de Chile, o el intento de romper el Mercorsur (Mercado Común compuesto por algunos países sudamericanos) o incorporarlo a la dinámica del ALCA. Pero, paralelamente, observamos en los últimos cinco años una política de militarización y control, no sólo por medio de la instauración de bases militares sino a través de políticas de creación de reglas compartidas, de compromisos y complicidad entre ejércitos de toda la región, control de aduana y fronteras, para hacerse cargo de la seguridad de todo el continente.

Más allá de las crítica intelectuales, hay muchos gobernantes a favor de esos tratados y muchos ciudadanos que, sin tener conocimientos amplios sobre tales mecanismo, los consideran beneficiosos para su país.

Desde hace 12 años tenemos una experiencia en México, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. En un principio, mucha gente estaba encantada con la idea, ya que traería una igualación de salarios con Estados Unidos. Pero la diferencia salarial de 10 a 1 no sólo se ha mantenido sino que en algunos casos se ha incrementado. Además, empezó a quebrar la industria nacional, hubo una especie de desindustrialización, y las inversiones extranjeras directas ocuparon el espacio que dejaban las empresas nacionales. De hecho, tenemos alrededor de un 70 o 75 por ciento de presencia de EE.UU. en el total de inversión extranjera. Esas inversiones son las que ocupan el vacío dejado por la industria nacional... La disparidad económica es tan grande entre los dos países que la producción mexicana no sobrevivió a la competencia estadounidense. Por eso, un aspecto muy importante del tratado es la cláusula de inversiones —presente en el ALCA y en todos los acuerdos que se firmaron en América Latina—, que permite darle una jurisdicción por encima de las leyes a los inversionistas. Por ejemplo: si una empresa de Estados Unidos invierte en México y, de repente, se detecta que daña el medio ambiente, la empresa tiene la posibilidad de presentar una demanda en los organismos internacionales contra México acusando perjuicios en las ganancias proyectadas para los próximo 20 años, e incluso pedir una indemnización por ello.

Más clara imposible la estrategia de dominación...

Claro. Y si una ley decía que «los recursos naturales son propiedad de la nación y no se permitirá su explotación por parte de inversionistas privados nacionales o extraeros» , una vez firmado el tratado la ley queda invalidada, junto con las posibilidades de regular la inversión extranjera en ciertos ámbitos estratégicos para el país y sus posibilidades de elaborar una política nacional.

EXPOLIACIÓN DE RECURSOS NATURALES

¿En este contexto hay que analizar, por ejemplo, las privatizaciones de servicios públicos?

Y de propiedad intelectual y de todas estas medidas que se están discutiendo en la Organización Mundial del Comercio. Se trata de legislaciones superiores a las nacionales. Un acuerdo de la OMC, por ejemplo, abre a la bioprospección (N de la R: desde el descubrimiento de un organismo hasta su comercialización) de las selvas que estábamos cuidando tanto.

¿No queda otra opción, entonces, que criticar al Estado por firmar estos acuerdos?

Los estados nacionales se han subordinado completamente a estas políticas. Ha primado la idea de que ésta es la única manera de hacer las cosas: pagar los intereses de la deuda y después ver qué queda para distribuir entre los connacionales; y eso es absurdo. La implantación del neoliberalismo en los países latinoamericanos ha provocado una catástrofe social y económica. Por eso desde los centros de poder se habla de ingobernabilidad, y es que han provocado un desempleo tamaño monstruo. La informalidad del empleo es del 60 ó 70 por ciento y el grado de exclusión es enorme. Se han entregado todos los recursos nacionales y el país no tiene capacidad de generar recursos propios. Hay que elaborar una política que tenga que ver con los intereses de la nación —con todo lo complicado que es hablar de nación porque es un ámbito muy contradictorio— y que contemple un pacto nacional sobre lo que debe defender cada estado como representante. La otra postura es disolver las naciones, o sea, la política neoliberal de apertura o desdibujamiento de fronteras, de un área continental de libre comercio donde, empero, lo único que transita libremente son las inversiones y los recursos que van hacia América del Norte, porque los trabajadores no tiene esa posibilidad.

¿Cómo es concretamente el proceso de expoliación de los recursos naturales por parte de las potencias económicas?

Hay muchos mecanismos. Uno consiste en que las empresas que extraen los recursos son extranjeras y exportan hacia sus casas matrices. Otro, en que con esta trampa de la deuda externa la política de nuestros países es intentar tener divisas, no importa de dónde vengan. Así, lo que se promueve son actividades de exportación, y si lo que podemos exportar es petróleo, agua dulce, selvas, etcétera, pues lo exportamos. En el caso de México hubo otra política que promovió la industria maquiladora, la encargada del ensamble de piezas, que se estableció mucho en el norte del país, en la frontera con Estados Unidos. Aquí se hacía el ensamblado o, en el caso de la confección, el cosido, es decir, las partes del proceso que implican un uso alto de mano de obra. Pero inmediatamente terminados, los productos salían hacia Estados Unidos. Esta política se fomentó muchísimo porque era algo que supuestamente aportaba divisas. Lo que resulta tramposo es que los mismos acreedores son quienes sacan los recursos, por lo cual el país no genera riquezas propias más que el pedacito correspondiente a salarios, que representan un décimo de los del otro lado de la frontera. Nos encontramos así con una situación que se ha dado a lo largo de la historia de América Latina, pero que en este momento es muy grave y que tiene que ver con recursos naturales que están al límite de la existencia. Queda poca biodiversidad en el mundo, y con este saqueo productivo desaparecerá del todo, dejando de garantizar la vida en el planeta. El agua dulce, por ejemplo, en la medida en que es privatizada y exportada para obtener divisas con que pagar la deuda deja a los pueblos sin posibilidades de existir.

La mayoría de los analistas sostienen que la lógica económica neoliberal tiene graves consecuencias para el medio ambiente. Ahora, ¿qué hace que la expoliación de la naturaleza sea una consecuencia exclusiva de la economía neoliberal?

No es privativa del neoliberalismo sino del capitalismo. Esta manera de tratar a la naturaleza proviene de la búsqueda de obtención de ganancias ilimitadas, por un lado, y por otro, de la concepción de que cualquier cosa es susceptible de ser reproducible artificialmente, de que la tecnología lo resuelve todo. Ello implica que no importa que terminemos con una planta si descubrimos el código genético y en algún momento lo podemos reproducir en el laboratorio. Esta noción de la apropiación de la naturaleza por parte de la sociedad para obtener ganancias es lo que lleva a un uso predatorio de ésta. Todas las otras culturas precapitalistas tenían una relación con la naturaleza muy distinta, por una lado respetuosa y por otro consciente de los equilibrios naturales. El capitalismo piensa que ante el desequilibrio el vacío éste puede ser llenado tecnológicamente o con producción industrial: el hule proveniente de la naturaleza ya no nos interesa porque ahora puede ser fabricado químicamente, por lo cual no importa que no existan plantas de hule. Eso lleva a un límite que incluso el propio capitalismo va a sufrir.

¿Qué salida queda frente a esta realidad, la que proponen los ecologistas más radicales que reclaman volver a formas de producción y de vida tradicionales? ¿Es practicable esta opción?

Creo que sí. No solamente es practicable sino que es urgentísimo que volvamos la vista hacia otras maneras de relación con la naturaleza, que dejemos de pensar que la naturaleza tiene que ser motivo de rentabilidad y que intentemos proteger las selvas, no como un objeto aparte sino como parte de la sociedad. Una relación donde el hombre y la naturaleza son parte de una misma totalidad y donde se debe no sólo preservar lo que queda sino revertir la tendencia a la desaparición de especies, de selvas, de recursos que garantizan la vida. Esto de repente parece romántico y se dice que no es lo que está en juego al hablar de hegemonía mundial. Pero la verdad es que sí, que es parte de la idea de dominación mundial, porque lo que se está buscando es que en el momento en que se establezca una relación distinta con la naturaleza también se establezca una relación diferente a la que propone el poder actual. Entonces, no será el poder el que imponga condiciones sino el reestablecimiento de relaciones más horizontales, compartidas, respetuosas, donde la diversidad tenga un espacio y pueda enriquecer la vida misma.

¿Pero cómo generar medidas de carácter general que permitan surgir y reforzar esas relaciones y revertir la situación de depredación, cuando los Estados, que son los aparatos que supuestamente articulan el interés general, parecen darle la espalda a éste y mirar hacia el capital?

Ésta es realmente la gran pregunta, porque los Estados no han logrado detener este proceso sino que, al contrario, lo han agudizado. Lo que se ve como perspectiva son algunas experiencias en distintas partes del planeta donde los mismos pueblos se han hecho cargo de sus territorios, los defienden. Aunque parezca sólo una reivindicación de culturas ancestrales, demuestra al mismo tiempo la emergencia de esas culturas como algo moderno, un reclamo en el sentido de que si el capitalismo ha demostrado que no puede garantizar ni el bienestar ni la vida, nosotros debemos retomar nuestro proceso enfrentando a esos grandes poderes. Hay luchas para que no se privaticen lagos, selvas, o cambien modos de uso de los territorios, a través de relaciones políticas diferentes a las que ofrece el sistema de poder y de cuestionamiento del sistema político en términos generales, de lucha contra los partidos políticos. Porque no hay manera con esta estructura política y económica de apreciar mejores condiciones.

Los partidos no han tenido ninguna sensibilidad con respecto a estos problemas. Los partidos están en otra pelea que no tiene nada que ver con este camino que está tomando la sociedad y por eso han sido tan cuestionados. Es una lucha muy difícil porque el poder es muy grande, tiene muchas posibilidades y arrasa. El mismo despliegue militar lo demuestra: no están dispuestos a negociar las condiciones, pero los pueblos tampoco. Es una lucha contracultural en el sentido de que cuestiona esta concepción tecnologizante de apropiación de la naturaleza.

¿Queda en el aire entonces el interrogante de cómo establecer medidas generales que apuntalen las reivindicaciones para que no se pierdan en las particularidades?

Está empezando a ocurrir. Un indicio de avance es que luchas muy pequeñas que se dieron en lugares desconectados entre sí han empezado a encontrar modos de articularse, creando campañas, foros, espacios internacionales que reivindican usos diferentes de la naturaleza en general —y en particular del agua—, pero como un recurso necesario para la humanidad que debe ser peleado y defendido en esos términos. Hay una diversidad de propuestas pero, por lo menos, también hay un acuerdo mínimo en no dejar que contaminen el agua o que la roben. Con esos acuerdos generales se ha logrado echar atrás convenios con transnacionales para la explotación de recursos o se ha impedido que instalen bases militares en ciertos territorios. Es algo incipiente, una lucha nueva que surge después de 20 años de neoliberalismo, pero yo no sería pesimista, porque creo que es un momento muy fuerte de disputa civilizatoria en el que los pueblos están dando la pelea por organizar las sociedades de otra manera.

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